Image

Aníbal y la política exterior argentina

07/10/2019  |  OPINION  |  

Aníbal Barca (247-183 a.C.) fue un brillante estadista y estratega militar. Su táctica maestra se evidenció en una de las batallas más famosas; la de Cannas. Su ejército púnico se enfrentaba a las tropas romanas, cuya superioridad era notable, tenían aproximadamente 100.000 hombres frente a los 50.000 con los que contaba el cartaginés.

Asumiendo su debilidad buscó reducir el campo de batalla: ubicó su infantería en el centro de un semi-circulo convexo y extendió considerablemente hacia ambos lados sus jinetes de caballería.

Los romanos cargaron su ataque masivo contra el corazón de las fuerzas púnicas que retrocedieron paulatinamente, al tiempo que adoptaron una forma cóncava. Los legionarios romanos quedaron atrapados mientras los avances de las tropas de Aníbal por los flancos terminaron por encerrarlos. Con esa maniobra, el cartaginés impuso una derrota devastadora a su oponente.

Aníbal mostró así que la debilidad no era inexorable, que la innovación era fundamental, que el mayor apoyo de hombres procedentes de distintas regiones era importante, que la amplitud de los flancos resultaba efectiva ante un adversario que debía ser rodeado para ser vencido, que contar con un equipamiento variado era relevante para enfrentar fuerzas con equipamiento tradicional, etc.

La referencia a ese hecho y a ese personaje históricos puede servir de guía para la política exterior de la Argentina del futuro presidente. Tenemos una gran debilidad a la que hay que hacer frente y la estrategia debe ser acorde. Nuestro estado de vulnerabilidad en materia económica, social, financiera, diplomática y militar es elocuente.

La Argentina corre un serio riesgo de insolvencia estratégica. Sin reparar en cuándo y cómo comenzó nuestro declive y sin buscar identificar a sus responsables creo que primordial hoy subrayar la imposibilidad de operar sin un mapa de ruta interno e internacional de largo plazo y mediante algunos acuerdos sustantivos y sustentables.

Un ponderado análisis del mundo, la región y el país confirman que no es tiempo para el vacuo optimismo que predominó en los últimos años. La Argentina enfrenta un escenario mundial y regional plagado de tensiones y volatilidad y lo hace con enormes grietas materiales, ciudadanas y políticas domésticas. La deuda es la mayor fuente de debilitamiento interno y externo y las negociaciones sobre la misma consumirán tiempo, energía y recursos.

La deuda es el equivalente funcional del ataque masivo de los romanos contra las fuerzas púnicas. ¿Cómo amplificar la agenda y la práctica internacionales para rodear el tema de la deuda y evitar que se torne en generador de subordinación externa y descalabro interno?

Probablemente la estrategia inspirada en Aníbal exija una combinación de al menos dos elementos. Primero repensar, circundar, envolver el tema de la deuda, tal como Aníbal hizo con los romanos.

Esto significa, entre otros, despolarizar la política exterior y alcanzar el mayor compromiso posible de actores sociales y políticos alrededor del asunto de la deuda.

Segundo planear, potenciar las ventajas y contar con el apoyo de los más próximos y hasta de los diferentes. Planear supone abandonar las ideas comunes de “refundación”, “reinserción” y “reformulación” de la política exterior. Esa retórica grandilocuente es fútil, desconoce que en relaciones exteriores hay continuidades valiosas y genera la expectativa de un cambio positivo que al poco tiempo se transforma en fracaso.

La prudencia en el estilo diplomático es central. No existen condiciones objetivas para la sobreactuación o la preferencia por X o Y país. No hay cartas milagrosas en la política mundial.

La diversificación de diverso tipo se impone como objetivo pues lo que se acrecienta en Latinoamérica es la doble dependencia de Estados Unidos y China simultáneamente, justo cuando se asiste al pasaje de un competencia acotada a una rivalidad intensa entre Washington y Beijing. El caso argentino es singular pues la vulnerabilidad es tal que necesita de ambos; lo cual implica un reto mayúsculo para el tratamiento del tema de la deuda.

Potenciar las ventajas del país implica invocar la condición de “buen ciudadano” global que tiene la Argentina en asuntos como la no proliferación, los derechos humanos, la defensa del multilateralismo y la reivindicación de la legalidad internacional. En esos temas el país aporta a la estabilidad, la paz, la democracia, la justicia y eso puede y debe usarse en la resolución de la cuestión de la deuda.

Contar con el apoyo de los más próximos significa que la región sea naturalmente el primer ámbito de la diplomacia argentina. En ese sentido, hay lecciones aprendidas que deben evaluarse. Por un lado, el nivel de fragmentación (por sub-bloques) y de desinstitucionalización (de distintos foros) es tal que no vale la pena crear más agrupaciones y arquitecturas sub-regionales. Por el otro, América Latina carece de liderazgos visibles y ningún país tiene hoy la capacidad de asegurar su hegemonía.

En consecuencia, es más conveniente que un presidente argentino se convierta en un discreto articulador de intereses reales y en un genuino aportante a la paz en la región. Todo ello, aunque parezca distante, contribuye a incrementar los márgenes de maniobra externos; incluido el manejo del tema de la deuda.

En breve, no es tiempo para la improvisación diplomática y es crucial eludir la bancarrota estratégica.

 

 



Fuente: Clarin